EL CONCEPTO DE SIMILITUD PARA ENTENDER EL QUIJOTE
Esteban Reyes Celedón
UFRJ – Universidade Federal do Rio de Janeiro
En la Segunda Parte del Hingenioso Caballero don Quijote de La Mancha, capítulo III, cuando se narra Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho Panza y el Bachiller Sansón Carrasco, el Caballero compara al moro, “ignorante hablador” que puso en libro sus hazañas, peripecias y grandezas, con Orbaneja, legendario pintor de Úbeda, que trabajaba a “lo que saliere”. Interesante recordar que el refrán “irse por los cerros de Úbeda” significa: perderse; apartarse de un asunto. Si, por ejemplo, Orbaneja pintase un gallo, “de tal suerte y tan mal parecido”, sería necesario que se escribiese en el cuadro: “Éste es gallo”. Recordemos que Cervantes usa, en ese mismo capítulo, “pintar” como sinónimo de “escribir” y “describir”. Imaginamos que Orbaneja haya sido el primer artista plástico abstracto. Por lo que nos revela el valeroso Caballero, el artista de Úbeda, en vez de preocuparse en imitar lo máximo posible la realidad, prefería hacer unas manchas disformes; o sea, no era un artista, a la manera que lo entendía Platón (un imitador de la realidad corpórea). Tal vez esas manchas fuesen similares a las del inicio de El Hingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: en un lugar de la mancha. Don Quijote creía que lo mismo ocurriría con su historia, sería necesario que alguien escribiese algunos comentarios (comento) para entenderla (hoy diríamos que necesitaría de algunas notas explicativas al pie de página).
¿Qué se puede entender de esta comparación hecha por el Caballero? Es exactamente lo que se pretende responder aquí. Sin embargo, hay antes otra indagación: ¿es relevante el análisis de este trecho? Evidente, pues habla sobre la necesidad de los comentadores para el real, mayor y mejor entendimiento de la novela (o libro, como lo llamaba su autor) – o de cualquier otra obra de arte, e, incluso, para cualquier creación del pensamiento humano, sea en el campo artístico, científico o filosófico – o sea, Cervantes, en la voz de don Quijote, está cualificando aún más al “desocupado lector” de su obra, sea éste “ilustre” o “plebeyo”. Si en el prólogo a la primera parte el autor ya nos advertía que para leer su libro deberíamos ser algo a más que lectores, desocupados lectores, ahora añade: tal vez sea necesaria la ayuda de comentaristas. Esto quiere decir que, si el “desocupado” del prólogo mencionado tanto podría hacer referencia a un lector con tiempo disponible e apenas interesado en divertirse con la historia, como también a un especialista dispuesto a ocupar su valioso tiempo con una lectura seria y profunda del texto, ahora (II, 3), con ese nuevo sustantivo (comento), Cervantes incluye también un nuevo sujeto que, fuera de ser lector (desocupado lector, como los anteriores), también debe ser escritor. El comentarista, por lo que sabemos, es aquel que lee, entiende y explica la obra; a él le cabe escribir: esto es un gallo. El artista pinta, el comentarista interpreta; Cervantes escribe, el comentarista escribe sus interpretaciones, por ejemplo, “El Concepto de Similitud para Entender el Quijote”.
Entonces, vamos al trabajo. Ya que don Quijote cita un pintor y su obra, nosotros también haremos lo mismo. En 1926, el pintor belga René Magritte (1898-1967) pintó un cuadro - La tradición de las imágenes - donde es posible observar una pipa y un poco más abajo unas letras (grafismo) que dicen “esto no es una pipa” (Ceci n´est pas une pipe). Si hubiese escrito “esto es una pipa” estaría mintiendo – él mismo confiesa –. Conclusión inmediata: el dibujo de una pipa no es una pipa; y la palabra pipa (o grafismo) tampoco es una pipa. Ya en 1966, Magritte pinta otro cuadro - Los dos misterios - donde se puede observar, arriba a la izquierda, una pipa gris fluctuando en el aire azulado y, abajo a la derecha, un cuadro (exactamente eso, un cuadro menor dentro de otro), con un fondo negro (por lo que también se podría pensar que fuese una pizarra) en el cual hay una pipa dibujada en el medio y debajo de ésta la frase: “esto no es una pipa”. Conclusión inmediata no la hay, y desconfiamos que tampoco fuese para ser inmediata la conclusión de la primera obra (1926). Verificamos que existe la propuesta de un problema, un producto del pensamiento artístico que demoró algún tiempo para ser creado y ejecutado; y por su naturaleza innovadora merece ser meditado con calma. Ese debe de ser uno de los motivos que llevo al pensador francés Michel foucault (1926-1984), en 1973, a escribir un libro con el título: “Esto no es una pipa” (Ceci n´est pas une pipe). En ese pequeño, pero interesante texto, Foucault hace su lectura, interpretación y comentario sobre la obra del pintor belga.
Pues bien, suponemos que Magritte no estaba satisfecho con la repercusión del primer cuadro (1926), así siendo, cuarenta años después decide hacer otro donde estuviera más evidente la no banalidad de su obra (o pensamiento). Sin duda lo consiguió, y el libro de Foucoult es una prueba de eso. El pensador francés, en el capítulo V de su libro, nos explica la diferencia entre similar y semejante, y, enseguida, hace las lecturas que considera posibles con relación a los cuadros de Magritte. Haciendo una aproximación con Foucault, llegamos a las siguientes definiciones:
1.- Como semejante (o semejanza) entendemos: cuando una cosa (objeto o persona) es conforme a otra (objeto o persona), o sea, una posee la forma de otra; una cosa que sea de naturaleza diferente a la original, copia falsa de un modelo verdadero. Por ejemplo: los seres humanos somos semejantes a Dios, tenemos la forma, supuestamente, del creador, sin embargo no pasamos de copias de un modelo original que es de otra naturaleza (nosotros somos de carne y hueso, Dios es espiritual); el cuadro de Miguel Ángel que tengo en la pared de mi sala es semejante a la “Creación del hombre” que el artista italiano pintó en el techo de la Capilla Sistina, tienen la misma forma, no obstante son de naturaleza distinta (una fue pintada a mano por su idealizador, la otra es una fotografía de la primera), la del Vaticano es original, la mía es apenas una copia, una es verdadera la otra falsa; La pipa de 1926 es semejante a una pipa real, pero no es pipa, no nos sirve para fumar. Hablar de semejante (o semejanza) es afirmar una negativa, una descalificación, una inferioridad, una falsedad, una imitación, una falsificación inútil, es reconocer que entre el original y la copia hay una diferencia in transponible, una diferencia de naturaleza.
2.- Como similar (o similitud) entendemos: cuando hay dos o más cosas (objetos o personas) de la misma naturaleza, formando parte de una misma serie. Por ejemplo: los humanos somos similares entre nosotros; las fotografías son similares entre ellas; las pipas de 1966 son similares entre sí, las dos son falsas, copias, representaciones, simulacros, pero también son originales. Hablar en similar (o similitud) es afirmar y confirmar lo positivo, una cualidad, una igualdad, una potencialidad recíproca entre los objetos de la serie (mismo que estos objetos sean simulacros). En la similitud todos son lo que son, pura potencialidad (mismo que sea la potencia de lo falso).
Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto con la comparación hecha por don Quijote? Bien, de hecho, el gallo de Orbaneja, pareciendo o no con un gallo real, no es un gallo, es una representación pictórica; y mismo que alguien escriba en el cuadro “esto es un gallo”, continua siendo apenas una representación pictórica y no un gallo. No sabemos si Magritte leyó el Quijote, pero, sin duda, podemos afirmar que él, o mejor, su obra nos ayuda a entender las palabras del Caballero. Cuando el artista belga escribe “esto no es una pipa” abajo del dibujo de la pipa (1926), lo que está denunciando es la naturaleza pictórica, tanto de la pipa como del grafismo; indirectamente nos está avisando: hay una diferencia de naturaleza entre mi pipa dibujada y una supuesta pipa real que haya servido de modelo (una es semejante a la otra). Sin embargo, por más que su pipa sea semejante a una pipa real, no es una pipa.
Entretanto, Magritte va más allá. Fuera de denunciar, él quiere afirmar, quiere confirmar la potencia de su obra, la potencia de la obra de arte, la potencia del simulacro y de lo falso. Por ello crea una serie de pipas (1966), y de esta manera consigue resaltar la fuerza de la similitud. No interesa si su pipa es o no semejante a un modelo, lo que realmente tiene valor es el hecho de que sus pipas son todas similares; su obra es una creación, por lo cual, tiene valor por si misma, no por pretender parecer, más o menos, con un modelo real. Sus pipas son reales (o tal vez sea mejor decir que existen) mientras se afirmen como aquello que son: obra de arte. Lo que está en evidencia es la fuerza (o potencia) de una obra de arte. La obra de arte tiene más valor (o valor positivo) cuando consigue librarse de la tiranía de la semejanza, pasando a proclamar su propia naturaleza; esto se consigue a través de la similitud.
Entonces, podemos decir: lo que don Quijote está denunciando, irónicamente, es que su historia será mejor comprendida si se reconoce como similar a otra historia (de caballería, bizantina, picaresca, pastoril, etc.) y no como semejante a la vida real (modelo real). El Caballero es irónico al acusar al narrador de su historia de ser un hablador ignorante, no obstante todos sepamos que el autor de la obra es Cervantes y don Quijote un personaje por él inventado. El Caballero, o mejor, Cervantes es irónico al atribuirse la culpa de una posible incomprensión de la historia por parte del lector, como si todo fuese responsabilidad de la incompetencia del autor por no saber narrar adecuadamente las hazañas, peripecias y grandezas del valeroso don Quijote. Entretanto, sabemos muy bien que no hay ningún problema con el autor (por el contrario, Cervantes es uno de los mejores escritores conocidos, talvez el mejor), por lo cual, la incumbencia de entender y comprender la obra es de responsabilidad del lector, de aquel desocupado lector, ilustre o prebeyo: a él le cabe ver (o descubrir) la similitud del Quijote con otras novelas, en vez de buscar, indebidamente, la semejanza con la vida real.
Al trabajar con la semejanza se puede afirmar que, del mismo modo que en el segundo cuadro de Magritte, aquel de 1966, donde vemos un cuadro dentro de otro cuadro, don Quijote no es la cosa en sí (un original), es la representación de otra representación. Por lo tanto, el Caballero sería una representación de segunda orden (la copia de la copia que por su vez ya era copia, diría Platón; y como tal no tendría valor ontológico). Don Quijote sería una representación de los otros caballeros medievales, que por su vez, no pasaban de una representación (del mismo modo que la pipa del cuadro menor es representación de la pipa más grande, que por su vez también sería una representación). Sin embargo, para que podamos descubrir el verdadero valor (o el mayor valor) de nuestro héroe, debemos verlo como similar a los otros caballeros (no como copia, no como representación inspirada en un modelo real). Don Quijote es un caballero andante, al igual que los otros caballeros de las novelas medievales; su valor está en él, del mismo modo que su progenitor es él mismo; no viene de, ni va a; sólo es afirmación, sólo acontecimiento, sólo presente, sólo aventuras, peripecias, hazañas y grandezas.
Allende, se puede observar, por ejemplo, que don Quijote ve similitud también entre él y su escudero. Al ver en Sancho un similar, puede pasar todo el día platicando de igual para igual con él; pues, don Quijote, en vez de afirmar la jerarquía entre caballero y escudero, en vez de marcar la desigualdad entre ellos, en vez de descalificar a su compañero, nuestro héroe prefiere afirmar y confirmar la similitud que hay entre ellos (con algunas diferencias, pero de grado no de naturaleza), como si se tratase de profesor y alumno (estando ambos en esa misma aventura como andariegos, dispuestos a aprender con sus peripecias).
Por otro lado, Cervantes no es sólo irónico al descalificar el narrador de la historia de don Quijote. De hecho, por lo que podemos comprobar al leer la novela, todo se pasa como si el narrador fuese de veras un ignorante hablador. Se puede decir que el historiador arábigo ve semejanza donde debería ver similitud, o mejor explicado, busca semejanza donde, según nuestra tesis, sería más apropiado resaltar la similitud (se trata de una obra de arte, de una novela, una historia realista no real); él quiere descalificar la “mancha” por no ser gallo, quiere negar “La Mancha” porque no es España, llama nuestro héroe de loco por no ser cobarde como otros (cobarde como aquellos marineros amedrentados del general Pompeu (106-48 a.C.) que se recusaban a viajar durante la guerra, por lo que el general romano les dijo la famosa frase: “Navigare necesse est; vivere non est necesse”).
A guisa de ejemplo, y para que seamos más exactos y claros, proponemos analizar una de las aventuras más conocidas protagonizada por nuestro Caballero andante: el combate contra los gigantes (I, 8).
Según don Quijote, si uno se encomienda a Dios, Él nos dará lo que más convenga (final del capítulo anterior). En esto, la ventura, que guía las cosas mejor de lo que nuestro héroe lo puede imaginar, descubre treinta, o poco más, desaforados gigantes. Don Quijote los ve; los ve como también los habría visto Amadís de Gaula o cualquier otro caballero personaje de una novela de caballería. Él ve gigantes y aventura; ve las cosas similares al mundo de la caballería. Por su parte, el narrador describe un campo con treinta o cuarenta molinos de viento; pues tiene como modelo el mundo real, entonces todo lo que ocurre en el Quijote debe ser (o debe de ser) semejante al mundo real. En los campos de La Mancha real (región de España) lo que se ve son molinos de viento reales y no gigantes (estos últimos pertenecen al mundo de la caballería y no al mundo real); como para el narrador las cosas deben imitar al mundo real y no al mundo de la novela (por más que se trate de una novela), él sólo puede ver molinos de vientos (semejantes a los molinos reales que están en La Mancha real). Si don Quijote toma la supuesta “realidad” como si se tratase de una novela, concluye el narrador, el falso caballero debe de ser loco (o estar loco, ya que al final de la historia recuperaría la cordura). Está, incluso, la versión (o visión) de Sancho Panza que advierte a su amo la presencia de molinos de viento y no de gigantes; entretanto, esa es otra historia, como ya dijeron don Quijote y también don Miguel de Unamuno: el miedo y sólo el miedo hace con que Sancho vea, como nos hace que veamos nosotros simples mortales, molinos de viento donde hay desaforados gigantes que siembran el mal por la tierra.
La verdad es que no se trata de locura, nadie está loco (sospechamos que la locura pueda ser metafórica). La supuesta ignorancia del narrador sería por no entender que una novela de caballería (como lo es el Quijote) debe ser similar a las novelas de caballería (similar al Amadís y a la leyenda de Lanzarote). Don Quijote está correcto al ver gigantes y aventura en la mancha metafórica; el narrador se engaña, confunde una obra de arte con la realidad, todavía está preso a la representación. Él aún ve gallo mal pintado y pipa inútil donde el valeroso Caballero ve la potencia de una gran obra de arte, sus propias aventuras. Entonces, es de competencia del comentador advertir el lector. Para esto escribe sus comentos, escribe una nota al pie de página: esto es un gigante (o estos son treinta o más gigantes). Si hubiese escrito “esto es un molino de viento” estaría mintiendo.
Bibliografía:
CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Edición y notas de Francisco Rico (edición del IV centenario). Madrid: Santillana Ediciones Generales / Real Academia Española, 2004.
FOUCAULT, Michel. Isto não é um cachimbo. (Ceci n´est pás une pipe). Rio de Janeiro: Paz e Terra, 2002.
PAQUET, Marcel. Magritte. Köln: Taschen, 2000.
UNAMUNO, Miguel de. Vida de Don Quijote y Sancho. Madrid: Alianza Editorial, S.A., 1987.
El concepto de similar para entender el Quijote.
VI Congreso Internacional “Letras del Siglo de Oro”, Comisión 1, Facultad de Humanidades y Ciencias - Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 29 de noviembre de 2006.